Entré rápidamente en mi habitación, tiré la maleta por algún lado y de un salto me tumbé en la cama. No me importaba lo que ahora pasase, lo único que quería era dormir un rato. Pero entonces mi estómago rugió. De la emoción había olvidado que estaba hambriento, con resignación me levanté y busqué entre las cosas de mi maleta. Entre la ropa había escondido un trozo de carne envuelto en papel y guardado en una fiambrera. Con los ojos brillantes saqué el trozo de carne de su custodia y en pocos minutos lo devoré. Ya con el estómago lleno volví a la cama para echarme un rato.