Finalmente llegué a la academia.

Andaba perdido por el camino hacia la "Academia Night" en la que me habían ingresado. Arrastraba mi maleta de lo cansado que estaba ya que había venido caminando.
Después de unos 10 minutos, llegué al portón de madera que daba paso al Hall Principal. Cuando estaba a punto de golpear la puerta para llamar, mi estómago rugió. Perdí todas las fuerzas que me quedaban y mi cuerpo se dejó caer sobre la portón, abriéndola y haciéndome caer al suelo. Mi estómago volvió a rugir, suspire, estaba realmente hambriento. Coloqué mi mano enguantada sobre mi barriga, me senté en el suelo apoyándome en la maleta y observé el lugar en el que me encontraba.

- Wauh... - musité.

Estaba tan absorto en mis pensamientos que no oí que alguien se me acercó. Rápidamente bajé de las nubes y me encontré cara a cara con una mujer. Me sorprendí, tanto, que me alejé un poco de ella. Entonces pude observarla mejor. Una piel tan pálida que parecía transparente, y en su rostro unas esferas de color carmesí que me miraban fijamente, las puntas de su cabello negro como la noche rozaba en frío de mármol. Por un momento me quedé paralizado por su mirada intensa dirigida hacia a mí. Y, creo, que me sonrojé un poco.

- Ho-hola... - saludé entrecortadamente - Soy I-I-Inuki Oka-kami.

Nunca me había puesto tan nervioso, ¿qué me estaba pasando?

- Y, ¿qui-quién es usted? - le pregunté.

Sentí su mano en mi cabeza, como se mecía de un lado a otro formulando un mimo. Aún con mi sonrojo la miré, apretando los labios. Esa caricia empezaba a tranquilizarme, sentía como mis nervios se iban..

- Yo también estoy encantado de conocerla - dije ya un poco calmado - Directora.

Entonces, sonrió. Aquella sonrisa me cautivó por completo, no podía dejar de mirarla con los ojos abiertos de par en par. Su sonrisa era tan pura que me pareció ver una luz celestial que iluminaba a la directora.
Dejando de lado la mágica escena que acababa de vivir, no sabía donde estaban las habitaciones, ni si quiera sabía cual era la que me tenían asignada.

- Disculpe - pregunté con un poco de timidez - ¿dónde están las habitaciones masculinas?

Finalmente la directora me dijo donde se encontraban las habitaciones de los alumnos.

- Gracias - le agradecí mirando al suelo.

No me atrevía a seguir mirándola a la cara, estaba demasiado avergonzado. Aquella mujer me infundía un gran respeto pero a la vez me hacía sentir una gran calidez, se podría decir que me sentía apreciado por lo que soy, al igual que me pasaba con el hombre que me crió. Casi olvidándome por completo de mi estómago vacío, agarré mi maleta y empecé arecorrer el camino ascendente que me llevaría hasta mi habitación en el segundo piso.